Uno se muere y nadie sabe muy bien a donde va a parar el alma. A que lugar o lugares van o como son esos lugares. Cuanto tiempo estarán allí y si pueden mudarse, emigrar, deportarse o no.
Lo que sí sabemos es que todas son livianitas. Las hermosas y las hijas de puta. Todas pesan ni más ni menos que 21 gramos.
Solas, cada una por su cuenta, no pueden hacer mucho ni llegar muy lejos. No tienen tanto peso. ¡No tienen fuerza! Si se encomiendan a su propia puta suerte se condenan a evaporarse.
Por eso, tanto las bellas como las guachas, se buscan, se cruzan, se miran y se juntan, para entre todas, cada una en su bando, poder perdurar, mantenerse y pesar un poco más.
jueves, 18 de marzo de 2010
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